A la muerte de Baltasar de Zúñiga, ocurrida sorpresivamente en Octubre de 1622, cuando contaba 61 años, entró en el Consejo de Estado su sobrino Gaspar de Guzmán, y entonces se hizo evidente que era el único valido del rey Felipe IV.
Tras el ataque fallido a Cádiz llevado a cabo por la armada inglesa en 1625, los ingleses se unieron a los holandeses en sus labores de piratería, al tiempo que se aliaban con Francia, a la que facilitaban barcos destinados combatir intereses españoles. “los exiliados irlandeses decidieron volver a poner sobre la mesa planes para regresar a la isla e iniciar allí una nueva revuelta en contra de los ingleses. Florence Conry y Owen Roe O’Neill encabezaron una embajada a la Corte madrileña en 1627 con la intención de implicar a la Corona en su intento por recuperar el control de Irlanda; a pesar de que fueron objeto de un cálido recibimiento y se estudió con mucha atención la propuesta, finalmente no fue llevada a cabo.”
El motivo no era otro que la grave crisis económica que estaba padeciendo España, y consiguientemente la falta de numerario para atender la empresa. Y es que los tercios estaban desparramados por Europa: Italia, Paises Bajos, Alemania, Polonia, Franco Condado… y ya introducidos en los momentos que nos ocupan, Cataluña y Portugal… Muchos frentes, mucho costo, imposible de entender dada la situación económica que en esos momentos estaba sufriendo España.
“Los primeros contactos diplomáticos entre señores irlandeses y España tuvieron lugar durante la revuelta de Silken Thomas Fitzgerald, ocurrida a mediados de la década de los treinta del siglo XVI. Dicha familia, que había llegado a ser la más importante de entre todas las casas nobiliarias irlandesas en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, mantuvo un pulso feroz con el Monarca inglés para salvaguardar su estatus de privilegio dentro de la isla. Una vez que la revuelta tomó fuerza, los implicados pidieron ayuda militar al Emperador, quien estaba enfrentado con el monarca inglés debido al divorcio de éste de Catalina de Aragón, tía de Carlos, y al cisma religioso que había protagonizado.”
A pesar de no haber llevado a cabo la invasión de Inglaterra, y a pesar del desastre de la armada “Invencible”, la colaboración de la Monarquía Hispánica con los irlandeses fue fluida en extremo. “Irlanda se convirtió así en el Flandes inglés, una úlcera que no paraba de consumir hombres y recursos sin ningún provecho para la maltrecha economía inglesa…/… la Monarquía Hispánica, como defensora del Catolicismo, continuó apoyando a los nobles irlandeses tanto dentro como fuera de la isla, ya que un buen número de ellos eligieron el camino del exilio o fueron obligados a aceptarlo por las autoridades inglesas si querían conservar al menos sus vidas. Muchos se fueron asentando en diferentes territorios de la Monarquía Hispánica con la ayuda de Felipe III y sus ministros, creando colonias numerosas en Galicia, Madrid y Flandes.”
El apoyo necesario a Irlanda no fue prestado por falta de dinero, pero también por la dispersión existente en el propio pueblo irlandés, que atendía a una multitud de caudillos y no garantizaba el éxito de la empresa. Sin embargo, las unidades de irlandeses que nutrían los tercios españoles se cubrieron de gloria en las campañas en que intervinieron, y muchos formaron familia en España. Descendiente de estos irlandeses es Leopoldo O’donnell, grande de España que fue presidente del Consejo de Ministros en 1856 y 1858-1863.
Tras el ataque fallido a Cádiz llevado a cabo por la armada inglesa en 1625, los ingleses se unieron a los holandeses en sus labores de piratería, al tiempo que se aliaban con Francia, a la que facilitaban barcos destinados combatir intereses españoles. “los exiliados irlandeses decidieron volver a poner sobre la mesa planes para regresar a la isla e iniciar allí una nueva revuelta en contra de los ingleses. Florence Conry y Owen Roe O’Neill encabezaron una embajada a la Corte madrileña en 1627 con la intención de implicar a la Corona en su intento por recuperar el control de Irlanda; a pesar de que fueron objeto de un cálido recibimiento y se estudió con mucha atención la propuesta, finalmente no fue llevada a cabo.”
El motivo no era otro que la grave crisis económica que estaba padeciendo España, y consiguientemente la falta de numerario para atender la empresa. Y es que los tercios estaban desparramados por Europa: Italia, Paises Bajos, Alemania, Polonia, Franco Condado… y ya introducidos en los momentos que nos ocupan, Cataluña y Portugal… Muchos frentes, mucho costo, imposible de entender dada la situación económica que en esos momentos estaba sufriendo España.
“Los primeros contactos diplomáticos entre señores irlandeses y España tuvieron lugar durante la revuelta de Silken Thomas Fitzgerald, ocurrida a mediados de la década de los treinta del siglo XVI. Dicha familia, que había llegado a ser la más importante de entre todas las casas nobiliarias irlandesas en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, mantuvo un pulso feroz con el Monarca inglés para salvaguardar su estatus de privilegio dentro de la isla. Una vez que la revuelta tomó fuerza, los implicados pidieron ayuda militar al Emperador, quien estaba enfrentado con el monarca inglés debido al divorcio de éste de Catalina de Aragón, tía de Carlos, y al cisma religioso que había protagonizado.”
A pesar de no haber llevado a cabo la invasión de Inglaterra, y a pesar del desastre de la armada “Invencible”, la colaboración de la Monarquía Hispánica con los irlandeses fue fluida en extremo. “Irlanda se convirtió así en el Flandes inglés, una úlcera que no paraba de consumir hombres y recursos sin ningún provecho para la maltrecha economía inglesa…/… la Monarquía Hispánica, como defensora del Catolicismo, continuó apoyando a los nobles irlandeses tanto dentro como fuera de la isla, ya que un buen número de ellos eligieron el camino del exilio o fueron obligados a aceptarlo por las autoridades inglesas si querían conservar al menos sus vidas. Muchos se fueron asentando en diferentes territorios de la Monarquía Hispánica con la ayuda de Felipe III y sus ministros, creando colonias numerosas en Galicia, Madrid y Flandes.”
El apoyo necesario a Irlanda no fue prestado por falta de dinero, pero también por la dispersión existente en el propio pueblo irlandés, que atendía a una multitud de caudillos y no garantizaba el éxito de la empresa. Sin embargo, las unidades de irlandeses que nutrían los tercios españoles se cubrieron de gloria en las campañas en que intervinieron, y muchos formaron familia en España. Descendiente de estos irlandeses es Leopoldo O’donnell, grande de España que fue presidente del Consejo de Ministros en 1856 y 1858-1863.
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