domingo, 25 de octubre de 2015

La crisis del siglo XVII (1)

LA SITUACIÓN DE LA CORTE

Ningún momento de la Historia es un camino de rosas. Ni en la época gloriosa de los Reyes Católicos podemos hablar de ese camino, ni en la época de los Austrias mayores tampoco. No obstante, cuando entramos a hablar de los Felipes posteriores a Felipe II, anodinos, ese camino  se complica considerablemente; no tanto por el hecho en sí de las circunstancias, que siempre existen, sino por la forma de afrontarlas.


En el reinado de Felipe III, es de destacar el auge de los validos; personas que demostraron una gran habilidad para enriquecerse a costa del erario público, creando una corte de paniaguados que no se conformaban con un sueldo, sino con una cascada de beneficios. “Lerma favoreció sin pudor alguno a sus parientes, promoviendo a su cuñado, el conde de Lemos, para la presidencia del Consejo de Indias, el virreinato de Nápoles y la vicepresidencia del Consejo de Italia, y a su hermano Juan, marqués de Villamizar, al cargo de virrey de Valencia.”[1]

Si nos limitásemos a esos casos, difícilmente podríamos hablar de corrupción. Debemos convenir que todos, cualquier persona, mirará siempre de apoyar a los que le resultan más cercanos. Ese hecho no puede ser cuestionable si los más cercanos están también tan formados como otros, y como esos otros, tienen unas cualidades similares y son de una honradez pareja a esos otros. En ese caso, parece que es recriminable el no hacer preceder a los más cercanos frente a los más lejanos, pero lamentablemente, a lo que parece, no es el caso, sino justamente el inverso, donde el medro personal primaba sobre cualquier otra cuestión. Y justamente eso es lo que la historia recrimina a estos validos.

“Ya en la época de los Reyes Católicos y posteriormente desarrollado con más complejidad por sus sucesores, Carlos I y Felipe II, el gobierno de la monarquía española se regía por los “Consejos”, organismos de tipo administrativo para el gobierno de los diferentes asuntos de la monarquía que fueron creados para asesorar al monarca en los diferentes ámbitos concernientes a su gobierno, ya fuera sobre asuntos territoriales o sobre aspectos concretos. Eran por tanto órganos consultivos, con funciones legislativas, judiciales o administrativas, según los casos.”[2]

Los distintos Consejos estaban compuestos por las personas más preparadas para el buen gobierno del Imperio, y para ello, eran elegidos los personajes más destacados en cada una de las funciones, fuesen militares, administrativas o legislativas. Esos consejos deliberaban y transmitían al rey para su sanción, a través de sus secretarios, las diversas cuestiones. Y el rey era quién decidía la actuación.

“Los Consejos específicos de los distintos territorios que conformaban la monarquía eran el Consejo de Castilla, Consejo de Indias, Consejo de Aragón, Consejo de Italia, Consejo de Flandes y Consejo de Portugal. Otro tipo de Consejos específicos de las diferentes áreas de gobierno eran el Consejo de Estado, Consejo de Guerra, Consejo de Hacienda, Consejo de Inquisición, Consejo de Cruzada, Consejo de Cámara y Consejo de Órdenes Militares.” [3]

Efectivamente, podía llegar el momento en que el rey fuese informado erróneamente. Entonces él era quién hacía profundizar en aquellos aspectos que no le parecían claros. No obstante, y como demostró Antonio Pérez, el secretario personal de Felipe II, podía darse el caso de llegar a engañar miserablemente al rey y hacerle ejecutar acciones inicuas… Pero ahí estaba el propio rey para reparar los errores, aunque como en el caso de Antonio Pérez, el mal ocasionado resultase demasiado costoso.

Otro ejemplo de pésima actuación lo encontramos en el conflicto de los comuneros de Castilla, donde un rey bisoño, gracias a las malas artes de sus consejeros llegó a ocasionar una dramática guerra, con tintes muy similares a la de los Segadores de Cataluña. Pero ese mismo rey fue capaz de, en un momento determinado, dar un giro radical a su política, y poner las cosas en su sitio. Algo que no sabría hacer Felipe IV, ni por supuesto su valido el Conde Duque de Olivares.


[1]Lynch, John.  Historia de España. Edad Moderna. Pag. 28
[2]Olaran Múgica, Mª Inés. El Consejo de Portugal en el archivo general de Simancas
[3]Olaran Múgica, Mª Inés. El Consejo de Portugal en el archivo general de Simancas
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