El arrianismo
El arrianismo tomó su nombre de Arrio (256-336) sacerdote de Alejandría y después obispo libio, quien desde el 318 propagó la idea de que no hay tres personas en Dios sino una sola persona, el Padre. Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por Dios de la nada como punto de apoyo para su Plan. hizo lo mismo con el Espíritu Santo, que igualmente lo percibía como creatura, e incluso inferior al Verbo.
El Arrianismo es la primera entre las disputas doctrinarias que perturbaron a los cristianos desde que en 313 d.C la Iglesia fuese reconocida por Constantino el Grande.
El arrianismo es el conjunto de doctrinas cristianas desarrolladas por Arrio, sacerdote de Alejandría, quien consideraba que Jesús de Nazaret no era parte de Dios, sino una criatura. Una vez que la Iglesia hubo aceptado como dogma la proposición opuesta, el arrianismo fue condenado como una herejía.
El arrianismo constituye un conglomerado de distintas posturas teológicas, cuyo punto de unión consiste en la negación del homoousios niceno. En este conglomerado se pueden establecer dos subdivisiones: una de tipo cronológico y otra de tipo doctrinal, que a su vez resulta muy ramificada. Es más sencillo hablar, por tanto, de dos «generaciones» de pensadores arrianos, separados -de modo un tanto convencional por
la muerte del emperador Constanzo, que tuvo lugar a comienzos del año 361. A la primera pertenece Arrio, y a la segunda, Aecio, Eunomio, Ulfila, Eudoxio, Macedonio y Euzoio, cuya doctrina separaba totalmente la sustancia del Padre de la del Hijo, y una corriente semiarriana, ambigua, representada por Eusebio de Cesarea, Basilio de Ancira y Jorge de Laodicea y otros.
El pensamiento de Arrio está centrado en la inferioridad y condición creatural del Verbo, prescindiendo de su Encarnación, para quién el Hijo es mutable, es inmortal de por sí, es un «producto» y al mismo tiempo, es engendrado antes de los siglos.
Jesús se llamó Hijo de Dios (Mateo 11,27; Juan 10,36), mientras que el Cuarto Evangelio declara que Él es el Verbo el Logos, quien al principio estaba con Dios y era Dios, por quien fueron hechas todas las cosas.
En el siglo II, Todo consiste en que Filón dijo que el Logos había sido engendrado por el Padre; después, al querer cada uno explicar cómo fue ese engendramiento (como eso era explicar algo que nunca había existido), se hartaron todos de decir errores. Esa doctrina pagana sirvió como base a Arrio, para inventar su doctrina del unitarismo divino contra el Logos-Dios y, después, contra la divinidad de Cristo; es decir, nada más admite una sola persona en la Deidad, el Padre, que engendró al Logos (tal como dijo Filón) y, después a Jesús (como corroboró el Concilio de Calcedonia).
Arrio, tras formarse en Antioquía, difunde sus ideas en Alejandría, dónde en el 320, Alejandro, obispo de Alejandría, convoca un sínodo que reúne más de cien obispos de Egipto y Libia, y en el se excomulga a Arrio y a sus partidarios, ya numerosos. No obstante, la herejía continúa expandiéndose, llegando a desarrollarse una crisis de tan grandes proporciones, que el Emperador Constantino el Grande se vio forzado a intervenir para encontrar una solución.
Los arrianos se preguntan ¿cómo podía (el Verbo, o el Hijo) llegar a ser hombre, si era Dios?
Pero la pregunta de cómo estaba el Hijo relacionado al Padre (Él mismo reconocido totalmente como la Suprema Deidad), dio lugar, entre los años 60 y 200 d.C., a una cantidad de sistemas teosóficos, llamados generalmente gnosticismo, cuyos autores fueron Basílides, Valentino, Tatiano y otros especuladores griegos.
Los términos técnicos de la doctrina no estaban completamente definidos; y aún en griego palabras como esencia (ousia), sustancia (hypostasis), naturaleza (phisis), persona (hiposopon) conllevaban una variedad de significados extraídos de las sectas de filósofos pre-cristianos, lo que no podía sino implicar malos entendidos hasta que fueran aclaradas. La adaptación del vocabulario empleado por Platón y Aristóteles a la verdad cristiana solucionaría la cuestión.
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