miércoles, 13 de enero de 2016

La revuelta comunera (II)




                

LA REVUELTA COMUNERA (II)

 
¿Qué había sucedido para que notemos esa diferencia? “A principios del Siglo XVI encontramos en Castilla un inestable equilibrio  político-social entre los tres grandes poderes: realeza, nobleza y burguesía municipal, con un trasfondo del problema campesino. En apariencia existe paz, aunque los grupos nobiliarios han ido incrementando su poder a costa del país, sus tierras y sus campesinos, a quienes explotan.”[1]Los nobles, tras el acoso sufrido por parte de los Reyes Católicos, estaban nuevamente ganando terreno.


“La situación que llevó en 1520 a la Guerra de las Comunidades, se había ido gestando en los años previos a su estallido. El siglo XV, en su segunda mitad, había supuesto una etapa de profundos cambios políticos, sociales y económicos. El equilibrio alcanzado con el reinado de los Reyes Católicos se rompe al llegar el siglo XVI. Éste comenzó con una serie de malas cosechas y epidemias, que junto a la presión tributaria y fiscal provocó el descontento entre la población, colocándose la situación al borde de la revuelta. La zona que más sufre en este contexto es la zona central, en contrapeso con la periférica, que apaciguaba sus males con los beneficios del comercio.”[2]

La inestabilidad social no la trajo Carlos I. Era una cuestión que venía larvada y que se estaba desarrollando al amparo de la crisis. Y la revuelta que recibió al nuevo rey, si bien nutrida de grandes y justas reclamaciones, estaba guiada por quienes no tenían sanas intenciones, sino que venían con ganas de revancha. Quienes iniciaron la revuelta no fueron los intereses populares, y tampoco los intereses bastardos del “lumpen”, de la escoria social que acabaría deglutiendo el movimiento comunero. Los intereses que se estaban dirimiendo eran lo que hoy identificaríamos con los intereses de las grandes corporaciones internacionales y de la banca, representados en aquel momento en lo conocido como alta nobleza.

La sublevación comunera, aparentemente, se inició con fines puros y limpios. Nadie pone en duda la mala fe de los funcionarios flamencos que actuaban  en nombre del muy joven e inexperto Carlos, y nadie pone en duda la buena fe en el profundo malestar del pueblo que veía cómo literalmente era robado, pero a poco de iniciada la revuelta, “Ni los que defendieron al rey en 1520, ni los que combatian su poder sublevando las Comunidades de Castilla obraban movidos de fines rectos. Los nobles de Toledo, Salamanca y Segovia, creian poderse valer de los menestrales armados para derrocar á sus rivales y volver a las ollas de Egipto, de que les había despojado la astuta política de D. Fernando el Católico, continuada con mas acierto y energia por el Regente Cisneros.”[3]

Y nadie dudó, tras la victoria sobre la mugre en que degeneró el movimiento, que, a pesar de lo bien posicionada que quedaba la alta nobleza (recordemos que hoy serían los grandes especuladores), la victoria de Carlos fue una liberación. Sin embargo llegó el romanticismo, y con él la revisión  histórica del Movimiento Comunero de principios del siglo XIX, que “supuso una verdadera rehabilitación de los comuneros, los cuales pasan a ser considerados mártires de la libertad, luchadores contra el despotismo, patriotas que se enfrentan a una dinastía extranjera y auténticos precursores de los liberales. Se trata de una interpretación liberal y romántica de las Comunidades motivada por el momento histórico que atraviesa España entre 1797 y 1821 con la invasión napoleónica y el absolutismo como telón de fondo, inspirada por el historiador escocés William Robertson y que se reflejaría en la oda a Juan Padilla compuesta por Quintana.[4]


[1] Cruz de Galindo, Luz María. Los comuneros: un apunte histórico.
[2] Anónimo. GUERRA DE LAS COMUNIDADES DE CASTILLA
[3] De la Fuente, Vicente. Historia de las Sociedades Secretas Antiguas y Modernas. Pag. 69
[4]Villanueva de Santos, Miguel Angel. Análisis de los libros de fábrica de la catedral de Segovia
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